“De la maravillosa mente de una cocinera ecuatoriana a sus creaciones inimagianbles”
Si bien como ecuatorianos nos sentimos muy orgullosos de nuestra cocina tradicional, aun nos falta experimentar con el producto local y salirnos del molde para hacer de nuestros platos un símbolo en la gastronomía de vanguardia latinoamericana, sin olvidarnos por supuesto de los orígenes y técnicas ancestrales que son parte de la identidad de nuestro país; a continuación les contaré la historia de Alejandra Espinoza, chef ecuatoriana y propietaria de SOMOS, que a través de sus creativos platos me llevó a experimentar la alta cocina sin salir de mi Ecuador
Desde el momento en que entré al restaurante, me sentí atraída por la calidez del lugar; cada detalle, luz, cuadro o lampara evocan una sensación de estar en casa, a primera vista te recibe una encantadora tienda donde puedes encontrar una infinidad de artículos elaborados por emprendedores ecuatorianos, sombreros, bolsos, velas, y chocolates son algunos de tantos productos que puedes disfrutar y adquirir en el shop; la propuesta es apoyarse entre sí.

Luego te sorprende un colorido horno de leña que como me cuenta Emilia, encargada del área de marketing de SOMOS, fue elaborado en Italia bajo pedido para el restaurante, la chef personalmente eligió los colores, este se tardó seis meses en llegar a lo que sería su hogar; un horno de, aunque no lo creas, dos toneladas de peso que fue instalado con una grúa como símbolo de la fe que Alejandra puso en este proyecto. Sobre la puerta del horno resalta una placa metálica con el nevado Chimborazo en alto relieve y la palabra Ecuador, te hace sentir emocionado y empiezas a imaginar lo que vas a probar.
En el salón principal te recibe una muestra de cuadros que evocan lo mas representativo de nuestra cultura, más que nada te cuentan historias, momentos y uno que otro recuerdo, volteas y te encuentras con un imponente mural dispuesto detrás de la barra del cual te llaman la atención los colores y como lograron capturar la esencia de ser ecuatoriano, desde la costa hasta el oriente no puedes dejar de admirar cada detalle y te enamoras al instante de aquella obra de arte; mientras te paseas por los salones, la música ambiental hace referencia al espíritu de SOMOS, que es una mezcla de música tradicional con toques modernos.

Como es costumbre ahora buscas la mejor mesa, aunque es difícil decidir, porque cada espacio tiene algo que lo hace especial, además que, sin importar donde te sientes puedes ver la cocina abierta adornada con una variedad de libros, coloridas macetas y ese dinamismo entre las luces de neón en sus decoraciones con el estilo industrial y a la vez tradicional de los espacios, Alejandra logró lo que parecía imposible, crear un espacio moderno y autóctono que grita su nombre en cada rincón.
Resulta impresionante ver cómo entran las órdenes y salen los platos, los aromas inundan el lugar y ya no quieres esperar, entonces muy cordialmente los embajadores del restaurante te ubican en tu mesa, te cuentan sobre la historia y lo que SOMOS representa. Pero nada te prepara para la mejor parte de la experiencia, cuando empiezan a llegar los platos.
Lo primero que probé fue un mockctail llamado ¨Piña para la niña¨, al probarlo no pude hacer más que sonreír porque me recordó a las ricas coladas de la abuelita, era fresco y el ron hizo resaltar el sabor de piña haciendo de esta bebida una excelente combinación, a continuación llego la entrada, una bandeja de empanadas dispuestas sobre hojas de atcera que a su vez se apoyaba sobre una cama de maíz seco, primero probé la corteza dorada de la empanada de seco de pollo, la masa hecha con maqueño se fundió con el pollo tierno y los trocitos de ají, era como si en un solo bocado se hubiera compactado todo un plato de seco , el color morado de la siguiente empanada me espesaba, la masa crocante de maíz morado, lo suave de la carne de chivo con el queso manaba y el yogurt griego que tenia de topping se convirtió en una mezcla inmejorable de sabores. Decidí pasearme por la costa al elegir la empanada de verde rellena con trocitos de camarón encocados, que sabores tan exquisitos con la masa crocante, me encantó, así debe ser una empanada de verde y finalmente mi favorita, la empanada de choclo con queso, la masa crujiente de morocho sonó al darle un mordisco, y luego de la nada te sorprende un granito de choclo asado con el queso derretido que te deja con las ganas de otro bocado más.

Me arriesgué a probar los famosos dumplings de cuy, debo confesar que al principio estaba un poco escéptica pero luego del primer bocado no tuve otra opción más que tomar otro y otro, la mezcla de texturas era espectacular, el crocante de arroz, la carne suave que se deshacía en la boca, las hierbas frescas y los rábanos para terminar con una exótica mezcla que al final tenia unas notas de chocolate y acidez del limón, simplemente exquisito, lograron aterrizar la idea de un plato con técnicas orientales y productos ecuatorianos, una combinación digna de admirar que volveré a disfrutar en mi próxima visita.

Me recomendaron el Wahoo playero y con razón, ese fue mi segundo plato fuerte, eran filetes de wahoo cortados con precisión en una salsa de maracuyá y mango con ajonjolí negro sobre el pescado, los sabores me llevaron a la playa y créelo o no, en ese momento la música ambiental tenía un aire a mar, la marimba sonaba y sin salir siquiera de mi mesa ya me encontraba frente al atardecer en alguna playa paradisiaca de la costa ecuatoriana, que más se puede decir después de eso, el plato era espectacular, fresco, logró un equilibrio entre el cítrico y el sabor frutal que jugaba con la suavidad del pescado mas tomó un tinte asiático con el ajonjolí que al sentir el picante del ají me trajo de nuevo a Ecuador.

Ya estaba maravillada por lo que había podido experimentar hasta ahora, solo faltaba mi parte favorita, el postre, Emilia me indicó que era sorpresa y un momento después llegó con la Trilogía de helados, marca personal de Alejandra en la carta. Lo primero que llamo mi atención fueron las pailas de bronce miniatura con esta preparación y originales decoraciones sacadas de un libro de cuentos, mi curiosidad se encendió cuando vi que uno de ellos tenía como decoración un canguil caramelizado, al probarlo me quedé sin palabras, era un helado de canguil dulce, cremoso y delicado como la ceda que se derritió en mi boca, lo único que pude pensar fue, ¨es el mejor sabor que he probado hasta ahora¨. Tomé con la cuchara un bocado del siguiente sabor que tenía un delicado pétalo de rosa deshidratado como decoración, y al saborearlo ¡WOW!, helado de rosas con un crocante de pistachos que intensificó el sabor delicado de esta flor símbolo del Ecuador, me sorprendió lo cremosos que eran y como lograron refrescar mi paladar. Dentro de la última paila resaltaba el color verde vivo y como esperaba no desilusionó, era fresco y el kiwi fue el primer sabor que identifiqué, mientras al saborear pude sentir el resto de los ingredientes, pepinillo, un suave toque de perejil y manzana verde fueron solo algunos de sus frescos sabores. Este fue el toque perfecto para terminar una cena que definitivamente superó mis expectativas

Ahora solo me queda felicitar a Alejandra y a todo su equipo quienes desde el principio fueron cálidos y alegres, celebro que hayan logrado elevar la cocina ecuatoriana al siguiente nivel y que hayan podido darle una identidad única a cada sabor, textura, aroma e idea. Este es el futuro de nuestra gastronomía, prepárate mundo porque ahí vamos.